Por: Jaime González Aguadé

A partir de la crisis financiera de 2008, que había tenido su origen en el sistema financiero, implicó que las autoridades financieras internacionales se dieran a la tarea de establecer nueva regulación para evitar que esto volviera a suceder. Gran parte de la nueva regulación se agrupó en lo que se conoce como reglas de Basilea III ya que estas fueron emitidas por el Comité de Basilea sobre normas previamente emitidas. Sin embargo, escasamente a 15 años de ese episodio da la impresión de que estamos en riesgo de que la economía internacional vuelva a entrar en crisis por problemas en el sector bancario. No obstante, las dos situaciones tienen un origen distinto y, por ello, vale la pena revisar algunas de las razones que generaron ambas. 

El principal problema que enfrentan los intermediarios financieros es la administración de los riesgos que enfrentan por el hecho, precisamente, de intermediar recursos en el tiempo. En 2008, uno de los riesgos que no se midieron bien fue el ‘riesgo de crédito’: los bancos prestaron en exceso a personas que no podrían pagar sus obligaciones en el futuro, al materializarse esta probabilidad los bancos entraron en una escasez de liquidez para hacer frente a sus propias obligaciones con los depositantes. En 2023, lo que estamos viviendo es de nuevo una falla de algunos intermediarios para medir sus riesgos, pero esta vez el ‘riesgo de tasa de interés’: el aumento en la tasa de interés baja el precio de los bonos que los bancos adquirieron. Esto no sería un problema si este riesgo está bien administrado, por ejemplo, con swaps de tasas de interés. Sin embargo, Silicon Valley Bank (SVB), así como otros bancos en Estados Unidos, no tenían la obligación de reconocer las pérdidas originadas por el aumento en la tasa de interés en el precio de los bonos que habían comprado. En la medida que los analistas empezaron a identificar este descalce en las posiciones del SVB fue creciendo el rumor del posible colapso del banco. Evidentemente, y fiel al ‘efecto rebaño’ que prevalece en Silicon Valley, el banco fue sujeto de una típica corrida bancaria. Una gran parte de los depositantes corrieron a sacar su dinero antes de que el banco ya no pudiera pagarles dejando al banco con un desbalance cada vez más grande, lo que comúnmente se conoce cono una profecía autocumplida. 

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¿Cómo puede suceder algo así a tan pocos años de la crisis bancaria del 2008? Entre otras cosas, porque la totalidad de Basilea III no aplica a todos los bancos por igual. Las normas más estrictas se aplican a los que se conocen como ‘bancos sistémicos’, es decir, aquellos que por su tamaño y relación con el resto de la industria ponen en riesgo a todo el sistema. A pesar de que SVB tenía cerca de $250 mil millones de dólares en activos -más que cualquier banco en México- no era considerado un posible riesgo sistémico ya que era un banco regional -sin mucha actividad con el resto de la industria y, precisamente, porque sus activos estaban por debajo de los $250 mmdd. Con estas consideraciones, al banco se le permitía reconocer en su balance los bonos a precio al precio que los había comprado y no reconocer la pérdida por el aumento en tasas. El acelerado aumento en las tasas de interés que ha llevado a cabo la Fed de Estados Unidos para contener la inflación impacto en términos económicos, que no contables, al banco. No obstante, el público identificó el desbalance y se dio la corrida que lo llevó a la quiebra. Aunado a esta salvedad regulatoria, vale la pena subrayar, la falta de mitigación del riesgo por parte de la administración del banco al no cubrir adecuadamente sus posiciones en el mercado.

A diferencia de 2008, cuando las autoridades financieras de Estados Unidos decidieron dejar quebrar a Lehman Brothers, y generaron con ello un efecto de desconfianza en el resto de la industria, en esta ocasión para evitar el efecto dominó decidieron rescatar al 100% de los depositantes, aún cuando cerca del 95% de ellos tenía un monto superior al máximo cubierto por el seguro de depósito que es de $250 mil dólares. Todavía falta ver si estas medidas serán suficientes para calmar a los mercados.

Vale la pena que señalar que, en 2008, y a pesar de una caída del PIB en México de cerca de 6%, los bancos en el país no sufrieron con la profundidad de otros países la crisis de esos años, Parte porque la regulación en México estaba mucho más enfocada a mitigar este tipo de riesgos y parte porque las administraciones de los bancos eran más cuidadosos que en esos otros países. Es decir, habíamos aprendido de las crisis pasadas. En sentido, las reglas de Basilea III se impusieron para todos los bancos en México, sin distinguir si son de riesgo sistémico local o no. Esto ha dado pie a la discusión en nuestro país sobre la necesidad de tener una regulación diferencia para reducir la carga regulatoria para intermediarios más chicos y que puedan crecer. Por lo pronto, a raíz del caso SVB, podemos decir que la discusión la va ganando los promotores de una regulación pareja que reduzca para todos los riesgos inherentes al sistema bancario.

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Contacto:

Jaime González Aguadé, ex presidente de la CNBV

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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