Por Natalí Faxas La historia de Green Love, la primera empresa dominicana dedicada a recolectar residuos, clasificarlos y trasladarlos a compañías recicladoras, inició con Lorna Aquino recogiendo cartones de los rincones de basura en las calles de Santo Domingo. Su idea de acumular estos desechos era venderlos y generar ingresos. La compañía pasó de acumular 356 toneladas en 2010, cuando formalizó sus operaciones, a cerrar el 2017 con 1,107 toneladas, así como ampliar su recepción a plásticos y sus variedades, metal, chatarras electrónicas, aceite vegetal, tóner y, muy recientemente, vidrio. “En ese momento [2009] no sabíamos quién podría hacer la reutilización de cartón, y lo que hice fue sentarme con la guía telefónica a llamar a todo el que tuviera o hiciera algo con cartón”, recuerda Aquino. Además de recibir material en uno de sus 15 centros de acopio distribuidos en la capital dominicana, Green Love logró ofrecer varios paquetes de servicios de recolección a unas 350 instituciones. Puedes leer:  Las limitantes de las Pymes de Latinoamérica en el proceso de compras En términos económicos, Green Love no es una compañía de grandes beneficios. Aquino, quien desde el inicio ha trabajado con su madre, Angélica Vólquez, calcula que mensualmente genera unos 3,000 dólares, cuenta con 14 empleados, dos camiones, una compactadora, un almacén, y contabiliza unas 40 industrias recicladoras formales e informales con las que ha trabajado. Menciona como ejemplo a los fabricantes de cartón para huevo: “cuando empecé [a darles servicios] ellos tenían que importar papel… El día en que les salga más económico importar su materia prima se acabó el tema de reciclaje aquí”, analiza. Green Love ha recibido el Premio Ambiental Atabey (2012), dos reconocimientos por los Ministerios de Industria, Comercio y Mipymes y de Medio Ambiente (2013), y el Premio ES Verde, en la categoría Solución Emprendedora 2014. “No soy millonaria, pero de Green Love algo está quedando”, reflexiona, y cuenta cuando en un viaje por teleférico, su niño de cuatro años vio desde arriba la basura flotante en el río Ozama y dijo: “¡Wow mami! Mira cuánto reciclaje hay ahí”.

 

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