Hace unos días el presidente de la Comisión de Fiscalización del Instituto Nacional Electoral, Ciro Murayama Rendón, anunció que las candidatas mujeres en las pasadas elecciones del 1 de julio recibieron tan solo el 33% del total de los recursos que se invirtieron en las campañas mientras que los aspirantes hombres tuvieron a su disposición el 67%. De acuerdo con los datos que el funcionario publicó vía Twitter, hubo en total 17,058 candidaturas de las cuales 8464 pertenecieron a mujeres y 8594 a hombres, es decir casi el 50% ¿por qué entonces no recibieron la misma cantidad de dinero? Cuando se revisan las cifras del dinero que se gastó en las campañas para cada uno de estos grupos podemos ver que los candidatos varones tuvieron a su disposición aproximadamente 3600 millones de pesos, lo que contrasta de manera lamentable con los poco más de 1700 millones de pesos asignados a campañas de mujeres. A este fenómeno se le ha dado el nombre de “techo de billetes” y es hasta ahora la barrera más importante que enfrentan las mujeres para tener un lugar en la arena política. El problema surge del sistema de partidos, de acuerdo con Beatriz Muñoz-Pogossian, Directora del Departamento de inclusión social de la OEA, el promedio de mujeres que tienen poder para tomar decisiones dentro de las cúpulas de los partidos alcanza apenas el 20%, y si no hay representación en estos espacios de poder, no hay nada que garantice una distribución equitativa de los recursos para las campañas políticas. La paridad en la política es un vaso a medias pues parece que no importa que tanto se esfuercen las y los activistas, las organizaciones sociales e incluso las legisladoras y algunos legisladores que apoyan con convicción las causas del feminismo, en la política, siempre hay una forma de darle la vuelta a todos estos esfuerzos y formalismos legales como las cuotas de género que dieron vida a fenómenos como las “juanitas” y las “manuelitas”. El “techo de billetes” se suma a la lista obstáculos que las mujeres han tenido que vencer para alcanzar su crecimiento, recordemos dos de ellos, el llamado “techo de cemento” que hace una clara alusión al hogar y se refiere a la auto imposición de barreras de las mismas mujeres que renuncian a sus aspiraciones políticas por el costo familiar, personal y económico. Por otra parte, está el “techo de cristal” que no les permite avanzar en jerarquías políticas o de negocios pues son posiciones “reservadas” para hombres o a las que se prefiere que llegue un varón. Estamos en la penumbra de la equidad política y dependiendo la arista que toquemos puede parecernos que nos acercamos más a la luz o a la obscuridad. El andamiaje institucional ha permitido que haya avances, pero también ha permitido transgresiones al sistema; las mujeres participamos más, pero surgen día a día nuevas barreras que hacen el proceso de participación política más lejano y difícil, los muros se van derribando, pero surgen nuevos techos que retan a y seguirán probando a aquellos resilientes que buscan la forma de traspasar el techo para pararse encima de él.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @xopimienta Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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