Una de las quejas más frecuentes que empleadores, reclutadores y buscadores de talento es la disminución de compromiso por parte de las personas. Al tratar de cubrir una vacante, hay muchos candidatos que no se presentan a las citas; de los seleccionados que reciben una oferta de trabajo y la aceptaron, cada vez son más los que no llegan a trabajar en su primer día de labores; hay una gran mayoría que deja el empleo sin dar mayores explicaciones, sin dar la cara —por un simple mensaje— incluso en medio de la incertidumbre económica. Está claro que el problema es creciente y la intención de las organizaciones por afirmar la retención de empleados se convierte en un punto nodal de operaciones. Si bien los sueldos, las compensaciones y los beneficios son una parte importante para retener al talento, la fuente de un compromiso duradero con una organización suele ser algo más profundo. La lealtad es una virtud que debe cultivarse, cuidarse y hacerse crecer. No nace por generación espontánea.

Los que somos mentores sabemos que la lealtad es una semilla delicada que se siembra y requiere de muchos cuidados. No germina de inmediato, necesita tiempo y esfuerzo, además de un campo fértil. Es cierto, no todas las semillas darán fruto no todo lugar en donde se siembra es el propicio. Eso es verdad. La semilla de la lealtad es gratuita, no es algo que puedas comprar. No hay forma de ir al mercado para reabastecerse. No se paga. Se trata de una conexión profunda que se da si te sientes valorado y apoyado. Cuando te sientes respaldado, la semilla germina, echa raíces y da frutos. Esta virtud se arraiga en la conexión humana y no tiene precio.

Por supuesto, la lealtad es un elemento de doble vía. Para poder sembrarla y que germine, además de tiempo se necesita escuchar. Parece evidente y no lo es tanto. Estar en presencia plena frente a alguien es algo de lo más difícil que podemos pedir y debiera ser fácil. Es muy frecuente ver como los integrantes de los equipos de trabajo están brincando entre la pantalla de su computadora y la de su teléfono, de una red social a la otra, de un correo a un mensaje, de un pendiente a otro. Claro que esto mina todo tipo relaciones, sean personales o laborales. La lealtad es recíproca, por lo que si alguien no hace caso, no le harán caso; si alguien no valora al otro lo suficiente para no ponerle atención, recibirá como recompensa el ser ignorado. Evidentemente, este tipo de relaciones mecánicas erosiona cualquier tipo de actividad y pervierte todo tipo de compromiso.

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Esta reciente ola de desgaste en la lealtad de los empleados tiene menos que ver con la economía y más que ver con las relaciones laborales. Más concretamente con la falta de una relación directa entre pares, jefes y subordinados. Las relaciones impersonales, la sensación de lejanía, el no ver la cara de las personas y diversos factores que se dan con el alejamiento —ese efecto de destierro y desarraigo que se da cuando no hay contacto personal— tiene un efecto devastador en el sentido de pertenencia. 

Cuando se carece de valoración por sus líderes y no tener colegas atentos y confiables, la lealtad mengua. Si sentimos que nuestras relaciones laborales son meramente transaccionales, no germina la lealtad. En cambio, cuando los líderes dejan de ser jefes y construyen relaciones más significativas en las organizaciones e inspiran lealtad, la situación cambia. La palabra clave es: humanidad. En una palabra: compromiso. Pero no nace automáticamente, hay que cultivarlo.

El liderazgo con humanidad es una respuesta emocional a otra persona que implica un deseo auténtico de ayudar. Se relaciona con empatía, pero va más allá. La empatía es el elemento que nos ayuda a identificar lo que el otro siente y nos sirve para comprenderlo. El liderazgo con humanidad es más grande que la empatía, le suma un elemento más: la acción. Cuando un integrante de nuestro equipo de trabajo está pasando por un momento difícil, estar ahí para ellos, extender la mano, escuchar, dar ayuda es algo que no se olvida y profundiza las relaciones. 

Este liderazgo humano, no puede quedarse en una buena intención: ha de ser un actuar medible, comprobable y observable. Es una habilidad blanda que impacta nuestros resultados. La Dra. Emma Sepälä, directora del departamento de liderazgo de la mujer en la Universidad de Yale, afirma que mostrar más humanidad se consiguen efectos gloriosos, por ejemplo, los equipos de trabajo más comprometidos dan muestras de menor agotamiento. Es decir, ese elemento humano puede tener poderosos efectos benéficos no solo para el que recibe, sino también para el que lo da. Estos beneficios se pueden lograr en todas las industrias y en varios aspectos de nuestras vidas.

De acuerdo con Sepälä, el trato humano tiene efectos de amplio espectro: logra reducir los factores de riesgo de enfermedad cardiovascular, reduce el riesgo de padecer presión alta. El trato humano, es decir, un ambiente de trabajo con bondad y amabilidad también puede ayudarnos a mantener  la vitalidad y la función cognitiva a medida que envejecemos. Incluso se ha demostrado que centrarse ahondar las relaciones humanas tiene efectos analgésicos. Dar desinteresadamente a los demás se asocia con felicidad, bienestar, resiliencia y resistencia al agotamiento, menos síntomas de  depresión y mejores relaciones. Sí, pero, ¿cómo se relaciona esto con el liderazgo y el éxito organizacional? 

En este momento podríamos estar pensando: ¡qué buena forma para echarme el éxito a la bolsa! No tan rápido. Los motivos y la sinceridad sí importan. Si muestras bondad o compasión hacia los demás por razones estratégicas o egoístas, se notará. No se trata de ser convenencieros y si es así, lo mejor es olvidarse de eso.  Hay que ser auténticamente amable, generoso no ayudar en forma convenenciera a  los demás o de forma forzada.  Así no funciona. 

Empezar de poco a poquito, ser agradecido, escuchar, poner atención es un componente vital para un liderazgo efectivo. Se toman mejores decisiones, se abona para un ambiente laboral mejor, se agregan elementos para un mejor entorno emocional y eso se refleja en aumento de productividad, rentabilidad y margen de utilidades. Esos son los beneficios de la lealtad y por ello, el liderazgo con humanidad es un buen camino de éxito.

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