La basura y el Metro. Son dos aspectos centrales para la Ciudad de México. ¿Qué hacer con miles de toneladas de residuos sólidos que se generan día con día?, y, por otro lado, ¿cómo establecer proyectos de largo plazo que signifiquen mejorías para el Sistema de Transporte Colectivo?

En 2017 se anunció la construcción de la planta de termovalorización El Sarape, en la que la basura se transformaría en energía eléctrica capaz de alimentar a las 12 Líneas del Metro.

Sería una de las más grandes del mundo y la primera en Latinoamérica, con capacidad de procesar cuatro mil quinientas toneladas de basura diarias, en la termovalorización y cerca de dos mil toneladas en la biodigestión.

Fue este, uno de los esquemas de política pública, impulsados por el entonces jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera Espinosa, que además empalmaban con otros planes que se enfocaban en mejorar la calidad de vida de los habitantes de la Ciudad de México e inclusive de su zona conurbada y que tenían como prioridad la protección del medio ambiente.

El proyecto consistía en inversión privada que se protegería con la compra de la energía eléctrica a lo largo de 30 años, que entre otras cosas harían posible la puesta en pie de la infraestructura, luego de los cuales El Sarape se convertiría en patrimonio de la capital del país.

El principal desembolso sería de la empresa operadora, ya que la inversión sería fondeada. No le costaría a la Ciudad de México más de lo que ya se desembolsa cada año, y sin tener el retorno adecuado, ya que cada boleto del Metro requiere de un subsidio.

Era un buen negocio, porque no se tendrían que utilizar recursos adicionales, sino utilizar lo presupuestado para ese aspecto. Es decir, la obra y la energía que mueve a los trenes irían de la mano.

El Sarape, por desgracia, fue detenido más por prejuicios que por elementos de juicio razonables. En el fondo, quienes se inconformaron con una de las políticas de protección del medio ambiente vanguardista, lo hicieron sin apreciar la enorme utilidad que habría significado desde el corto plazo, porque se dejarían de emitir 700 mil toneladas de dióxido de carbono y en el largo, porque se contaría, ya en propiedad pública, con la planta de termovalorización.

Las decisiones precipitadas se pueden corregir y este proyecto podría ser reformando en el futuro próximo, ya que Santiago Taboada, el aspirante a la jefatura de Gobierno de Va X la CDMX, ha señalado que se encuentra entre sus planes la construcción de la planta de termovalorización.

Si bien esto depende de los resultados de junio próximo, hay que destacar que es atendible el que se revisen y rescaten aspectos e inclusive políticas públicas que sí funcionaron en el pasado.

Visto con la perspectiva de los años, siete en este caso, no se pudo concretar El Sarape, que proyectó Mancera Espinosa, pero tampoco se hicieron obras de semejante magnitud, el medio ambiente se deterioró y el Metro es un desastre que se profundiza día con día.

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