No es tan común entre los milénicos y los jóvenes de la generación Z, pero entre los que tenemos un poco más de kilometraje, entre nuestros padres y abuelos, abundan las historias y fábulas con animales. Algunas de mis favoritas tienen que ver con las vacas, esos animales gentiles, un tanto simplones… que curiosamente han protagonizado algunas de las historias más aleccionadoras que he leído. 

Las fábulas y las anécdotas resultan maneras muy prácticas de pasar la sabiduría de generación en generación. No solo porque son más entretenidas, sino porque son memorables. Aquí hay tres que, en mi opinión, todo padre debería platicarles al menos una vez a sus hijos.

Las vacas no dan leche

Un campesino les promete a sus hijos que cuando sean mayorcitos, les revelará el secreto de la vida. Los niños preguntan a qué edad será eso. El padre les responde que cuando cumplan 12 años. Justo el día de su décimo segundo cumpleaños, el hijo mayor le exige al padre, emocionado, que le confiese el secreto. “Las vacas no dan leche hijo”, le contesta su padre, muy seguro de sí mismo. El joven, que nació y creció y ha pasado toda su vida en el rancho, solo se ríe. ¡Pero si él mismo las ha ordeñado! “Las vacas no dan leche”, insiste el padre. “Tienes que levantarte en la madrugada, coger un balde, atarle la cola y las patas, aprender a sacar la leche de las ubres. La vaca no te da la leche. O la ordeñas, o te quedas sin leche”.

Esta anécdota siempre me ha gustado para compartirla con el futuro heredero o sucesor de una empresa familiar. Porque una de las cosas más importantes que un sucesor debe entender es que la riqueza que hereda no es tan solo un privilegio, sino una responsabilidad, y que hay que trabajar para preservarla. Las cosas no caen del cielo, el dinero no se da en los árboles, y la vaca no te da leche si no trabajas por ella… lo cual tampoco es una tragedia, sino todo lo contrario: te aseguro que esa leche sabe incluso más deliciosa después de que te esforzaste por obtenerla. Aprender a ordeñar la vaca es empoderador; es, de manera simbólica, el paso de la niñez a la madurez.

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Atreverse a matar a la vaca

Otra de mis fábulas favoritas cuenta la historia de un monje y su aprendiz que visitan la casa de una familia muy pobre, que vive al borde de un barranco, y cuya única posesión es una vaca flaca que tienen atada afuera de la casa. Se cuenta que la familia es grande: padres, hijos y abuelos comparten el mismo techo y todos se alimentan de la leche de esta pobre vaca. Sin esta vaca, la familia caería en la miseria. Pues bien: después de pasar la noche alojados con aquella familia, el monje libera a la vaca, la empuja por el barranco, y la vaca muere. El discípulo no lo puede creer. Un año después, el monje y el discípulo regresan a esa casa. Todo ha cambiado: la familia dejó de ser pobre, la casa se veía más grande y en buen estado, y donde estaba la vaca ahora había un huerto. El aprendiz fue a preguntarle a la familia qué había pasado. El padre le explicó que, al haberse dado cuenta de que la vaca estaba muerta, y después de pasar varias horas llorando desconsolados, al fin decidieron reaccionar: buscaron semillas, las plantaron en la tierra fértil, formaron un huerto del que empezaron a comer y del que pronto pudieron vivir vendiendo parte de la cosecha. Ahora estaban mucho mejor que un año antes. “¿Crees que, si esta familia aún tuviese su vaca, estaría hoy donde ahora se encuentra?” le susurró el maestro a su aprendiz. El sabio añadió: “La vaca no solo era su única posesión, también era lo que los mantenía hundidos en su mediocridad”. 

Esta anécdota me agrada porque va en dirección contraria al dicho que reza: “Más vale pájaro en mano que ciento volando”. Mucho se habla de salir de la zona de confort, pero la gran trampa de la zona de confort es que a veces no nos damos cuenta de que estamos en ella. Aquella vaca parecía ser la única esperanza de la pobre familia, cuando en realidad era su excusa para no atreverse a salir adelante. Pero la familia reaccionó bien en la historia. En vez de preguntarse, “¿por qué a mí?”, tomaron la actitud correcta: “¿Qué puedo aprender de esta situación”? Para unos, una simple anécdota con una vaca; para otros, una verdadera lección de resiliencia. Muy recomendable para fundadores o emprendedores que inician sus negocios y tienen que lidiar con más de una decepción. 

Muchos de nosotros también tenemos vacas en nuestra vida, ideas, excusas y justificaciones que nos mantienen atados a la mediocridad, dándonos un falso sentido de estar bien cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades por descubrir. Oportunidades que sólo podremos apreciar una vez hayamos matado nuestras vacas.

Y, para finalizar, la tercera anécdota vacuna: 

La caca de la vaca

Una vaca, que pastaba cerca de un árbol, vio caer un pájaro bebé al suelo. También observó cómo un zorro se acercaba sigilosamente, con toda la intención de devorarlo. Como todas las vacas tienen algo de instinto maternal, la vaca de esta historia defecó encima del pajarito. Así, pensó ella, el zorro no lo vería ni lo olería. El pajarito, en cambio, molesto por haber recibido aquella descarga, empezó a piar, sorprendido y enojado. El zorro lo escuchó, lo sacó del excremento, lo llevó al río para limpiarlo… y se lo comió. La fábula termina con esta advertencia: “No todos los que te cubren de caca son tus enemigos, no todos los que te sacan de ella son tus amigos”.

Para mí, esta anécdota es perfecta para el estratega. La fortuna y la mala suerte pueden ser a veces una cuestión de perspectiva, y antes de reaccionar ante una situación hay que analizar si, en vez de una desgracia, no estamos ante una oportunidad. 

Así como nuestros antepasados han aprendido tanto de las vacas con tan solo observarlas, nosotros debemos aprender a contemplar nuestro entorno antes de actuar… y no está de más, si se me permite el comentario, aprender a hacerlo también con las cualidades de nuestras amigas cuadrúpedas: con paciencia, gentileza y serenidad. 

Otros datos interesantes las vacas tienen una muy buena visión periférica de casi 360° para detectar la aproximación de cualquier tipo de depredador. También poseen un buen sentido del oído y son capaces de escuchar sonidos bastante lejanos, de alta y baja frecuencia, superando la capacidad auditiva humana. Tres claves para aprender y  ser un buen heredero: amor, humildad y sacrificio.

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