Por: Santiago F. Arroyo Seguedo

México, en la actualidad esta inmerso en una serie de procesos políticos con miras a las elecciones presidenciales de 2024, que sin importar el resultado, incidirán de manera significativa en la industria energética.

Dentro de uno de esos procesos, contamos con el célebre Frente Amplio por México (FaxM), en el cual, la aspirante Xóchitl Gálvez ha priorizado en su agenda el desarrollo de la industria del Hidrógeno Verde, derivado de la existencia de algunos proyectos regionales en la zona de la península de Baja California y, del entusiasmo entorno a las novedades en materia energética que trae consigo esa alternativa transicional aún en un incipiente desarrollo.

No se niega la importancia del Hidrógeno en el futuro de la industria energética y su potencial en el mediano plazo, sin embargo, cabe recordar que para desarrollar la cadena de valor en México, la Asociación Mexicana del Hidrógeno ha mencionado que se requieren poco más de 60 MMDD, pero el Estado mexicano no tiene capacidades financieras, fuera de ejercer Asociaciones Público Privadas o delegar toda la industria a la iniciativa privada, lo cual se antoja viable con reguladores responsables y un buen marco legal, cosa que aún no existen.

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Sin embargo, antes de priorizar en la agenda energética del país las tendencias de algunas minorías ideológicas, nos debemos a las necesidades y posibilidades de una nación como México. Teniendo intermitencias en el suministro eléctrico, precios más altos de energía, redes de distribución saturadas, entre otros problemas coyunturales y, los dos principales problemas financieros y operativos de la energía en el país: CFE y PEMEX.

Y, si a esto le sumamos los enormes potenciales que tiene México en materia de generación eólica y solar, así como la posibilidad de desarrollar dentro de un corto a medio plazo, una multimillonaria industria petroquímica dirigida a materiales compuestos, aprovechando las estrategias de nearshoring, además de que, en materia de movilidad nos debemos decantar a la masificación y electrificación en una estrategia transicional; el hidrógeno verde ya se antoja colocarlo en las prioridades intermedias de una agenda energética e industrial seria.

Sin pasar por alto que, ante cualquier política energética que se proponga en los meses por venir, deberá contemplar la sustitución de reguladores, la desaparición de PEMEX y CFE como se conocen hoy, así como nuevos paradigmas regionalizados en regulación, normalización y vigilancia.

Vaya, asuntos nada menores.

Es verdad, México ya no es un país de petrolíferos, es un país energético; sin embargo, su más grande problema es la captura ideológica, antes y hoy fue el populismo petrolero, ahora, otros populismos están al acecho.

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Santiago F. Arroyo Seguedo, Especialista de en materia energética y regulación.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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