Decretada recientemente por el Senado de la República, la Semana Nacional de la Salud Auditiva se celebrará en México los últimos días de febrero, y, aunque está enfocada a la hipoacusia en niños, representa una gran oportunidad para detenernos a pensar sobre lo que podemos hacer para cuidar nuestra salud auditiva, y la de las personas que viven con pérdida de audición.

Generalmente se piensa que la hipoacusia (o pérdida de audición) afecta más a las personas de la tercera edad. Sin embargo, el tiempo se ha ido encargando de echar por tierra este mito, porque todas las personas, sean niños, adultos o ancianos, la podemos padecer, unos más que otros, en mayor o menor medida, pero su efecto está ahí.

Pero ¿qué tanto somos empáticos o ‘tolerantes’ con una persona que no oye bien?, me atrevo a pensar que muy poco, y que es por falta de conocimiento sobre el padecimiento. Cuando una persona no ve, lo podemos notar porque utiliza un bastón o la acompaña un perro guía, no pasa desapercibido; pero no ocurre así cuando interactuamos con una persona que no puede oír, nos damos cuenta hasta que, al comunicarnos, notamos que algo es diferente, que requerimos de más esfuerzo para entendernos; pero para llegar a ese punto, mucha frustración, enojo y en ocasiones violencia ya ocurrieron. Pareciera que no tenemos espacio para convivir con personas que padecen sordera.

Y si a todo esto le agregamos que actualmente estamos más propensos que nunca a dañar nuestra audición, al vivir en ambientes donde el ruido excesivo es una constante, pero sobre todo usamos dispositivos que sobre amplifican el volumen directamente en nuestros oídos, se vuelve una situación más incongruente y preocupante.

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Son numerosos los retos que vive a diario un individuo con sordera o pérdida de audición; desde comunicarse y entender efectivamente los mensajes, hasta privarse de disfrutar de conversaciones con amigos o estar alerta del entorno. A esto se suma la discriminación involuntaria y agresiones por falta de sensibilidad en nuestra sociedad.

Todo esto puede desencadenar sentimientos de soledad, tristeza, desmotivación y malestar general.

Según el INEGI, el 1.3 por ciento de la población de tres años en adelante no puede oír, y en mi opinión este número es bajo. Aun así, la falta de inclusión es alta, no se fomenta el lenguaje de señas, ni al paciente ni a sus familiares, ni se les otorgan facilidades educativas o laborales para ser incluidos. Las empresas debemos fomentar e impulsar su entrada al sector laboral.

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La Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad reconoce a la Lengua de Señas Mexicana como una lengua nacional, lo que la convierte en patrimonio de la nación, además de impulsar políticas públicas que faciliten la vida de las personas que sufren esta discapacidad.

Se sabe que actualmente existen entre 87 mil a 100 mil señantes (1986, TC Smith-Stark), por lo que es más grande que muchas familias enteras de lenguas indígenas en México; fue hasta el 2003 que se le reconoció como una lengua de manera oficial.

Tanto en las empresas, como en las escuelas y hasta en el hogar, aprender al menos las palabras básicas del Lenguaje de Señas debería ser una costumbre.

La inclusión es responsabilidad de todos, y una buena forma de lograrla es poniéndonos en los ‘oídos’ del otro, de ser conscientes de los retos que implica una discapacidad y cómo podemos aportar para que sea más fácil navegarla. La Semana Nacional de la Discapacidad Auditiva es un buen comienzo, esperemos que pronto estos siete días se conviertan en meses y después en años de comprensión, empatía e inclusión ¿qué tan difícil puede ser?

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Por Alejandro Valdez, director de Starkey México*

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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