“No importa si piensas que puedes o que no puedes lograr algo, siempre estarás en lo correcto”. Adagio anónimo

Hay una verdad sólida como el oro, en la vida obtenemos lo que negociamos, no lo que nos merecemos. Más allá de nuestra preparación, de si nos asiste la razón o no, de lo que hemos planeado y de la nobleza de nuestros propósitos, estamos nosotros mismos y la visión que le damos a lo que merecemos y a lo que obtenemos.

En realidad, quisiéramos que ambos conceptos fueran idénticos, que nuestros merecimientos fueran iguales a nuestros logros. Sabemos que no es así. De pronto, nos damos cuenta de que hay ciertos personajes que consiguen objetivos y metas que a nosotros nos cuestan tanto trabajo y nos preguntamos por qué, cómo le hacen si desde nuestra evaluación, tenemos mayores y mejores credenciales.

Mi papá solía contarme un chiste cuando yo le preguntaba por qué perenganito sí podía hacer ciertas cosas y yo no. En una ocasión un profesor le preguntó a un niño de su clase qué quería ser de grande. El niño en su inocencia contestó que quería ser tonto. El profesor creyó que el estudiante no había entendido la pregunta y volvió a hacer el planteamiento para conseguir la misma respuesta. Vamos a ver, explícame por qué quieres ser tonto. Porque mi papá siempre dice: mira ese tonto qué casa tan bonita tiene, mira ese tonto qué auto tan lujoso maneja, mira ese tonto qué buen trabajo tiene… Tal vez sin saberlo, mi padre me estaba dando una lección empírica sobre la combinación entre el síndrome del impostor y el umbral del merecimiento.

El umbral de merecimiento y el síndrome del impostor son fenómenos psicológicos que tienen un impacto significativo en el ámbito profesional. La interconexión entre estos conceptos es un aliado poco eficaz ya que puede limitar el crecimiento personal y profesional. Afecta tanto al individuo como a la organización. Es muy frecuente descubrir que sentimos que no estaremos a la altura de ciertos desafíos o que no valemos lo suficiente para tener ciertas oportunidades, aunque el entrono nos esté dando evidencia de lo contrario.

Es como si una vocecita nos estuviera susurrando una lista de razones absurdas para no levantar la mano y ofrecernos como una opción. Sin embargo, con estrategias adecuadas, es posible superar estos desafíos. No se trata de decretar que algo debe ser de determinada manera, ni de fajarnos el cinturón para lograrlo. Es a través del reconocimiento y la aceptación de estos sentimientos y sensaciones que lograremos una reestructuración consciente y alejaremos esos sabotajes autoinfligidos. Claro que también cuenta la celebración de logros, la mentoría y el fomento de una cultura de apoyo.

Los programas de mentoría son muy efectivos para las personas que están batallando con su umbral de merecimiento y con el síndrome del impostor, soy testigo y puedo dar fe de los grupos de personas que han acudido a mi despacho para tener un programa de mentorías y el mejoramiento en sus resultados profesionales y organizacionales. Las mentorías —individuales y corporativas— son un espacio que ayudan a elevar el umbral de merecimiento y reducir la sensación de impostura. En última instancia, todos merecemos reconocer y disfrutar de nuestros éxitos y vivir sin el temor constante de no estar a la altura.

El síndrome del impostor y el bajo umbral de merecimiento imbuyen un nivel de estrés innecesario a la actividad profesional. Este estado de estrés constante afecta no solo al individuo, sino también a la dinámica del equipo y al rendimiento general de la organización. Las personas que no creen merecer su éxito son menos propensas a asumir nuevos desafíos, a buscar promociones, desarrollo o innovación. El miedo al fracaso y a ser expuestos como incompetentes puede llevar a soslayar situaciones que requieran nuevas habilidades o mayor responsabilidad. Desde luego, esto limita el crecimiento profesional y la capacidad de contribuir de manera significativa a la organización. Claro, también frena el desempeño de la institución.

La falta de confianza y la autocrítica excesiva son un círculo vicioso que puede llevar al individuo perder oportunidades de promoción y a limitar el crecimiento profesional. Las organizaciones se ven afectadas ya que los líderes y miembros del equipo que sufren del síndrome del impostor afecta la dinámica del desempeño. La falta de confianza en uno mismo lleva a la dependencia excesiva de los colegas que crea un desequilibrio en la distribución del trabajo. Además, la negativa a asumir riesgos o a tomar decisiones ralentiza los procesos y afecta la eficiencia del equipo.

Una cultura organizacional que no aborda adecuadamente el síndrome del impostor y el umbral de merecimiento puede perpetuar estos problemas. La falta de reconocimiento y apoyo refuerzan la autocrítica negativa y la sensación de impostura entre los empleados. Es crucial que las organizaciones promuevan un entorno que valore y reconozca los logros individuales y colectivos, fomentando la confianza y la autoestima.

Las estrategias para superar el síndrome del impostor y elevar el umbral de merecimiento se pueden aplicar en un programa de mentorías en el que se pueda

hablar abiertamente sobre estas experiencias con colegas, subordinados y jefes. Puede ayudar a normalizar los sentimientos y reducir su intensidad. La validación externa y el apoyo pueden ser muy útiles para comenzar a cambiar y darnos cuenta de que somos capaces y tenemos las herramientas para lograrlo.

También, es fundamental aprender a reconocer y celebrar los propios logros, por pequeños que sean. Mantener un registro de los éxitos y revisarlo regularmente puede ayudar a internalizar los logros y construir una percepción más positiva y realista de las propias capacidades. Esta práctica fortalece la autoestima y eleva el umbral de merecimiento.

Buscar mentores y programas de mentorías es extremadamente beneficioso. Los mentores ofrecemos orientación, apoyo y validación, ayudando a los individuos a ver sus logros desde una perspectiva externa. Además, un mentor experimentado puede proporcionar estrategias y consejos prácticos basados en su propia experiencia. Las organizaciones modernas fomentan una cultura que valore y reconozca los logros individuales y colectivos a través de programas de reconocimiento que detonen oportunidades de desarrollo profesional y ayuden a crear un entorno donde líderes y subordinados se sientan valorados y merecedores de su éxito. Es así que lograremos tender un puente de unión entre lo que merecemos y lo que obtenemos, bien vale la pena el intento.

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