Por Norbert Monfort*Necesito una matemática que sea como un súper ordenador. Alguien que vea más allá de los números. Necesito respuestas para preguntas que todavía no sabemos cómo formular. Necesito una matemática que no existe”, dice Al Harrison, jefe del Departamento Espacial en el Centro de Investigación Langley de la NASA, a Katherine, la experta en matemática computacional recién asignada al departamento. Esto y mucho más nos muestra la extraordinaria película de 2016, Talentos Ocultos, la cual recrea el año 1961, cuando la NASA está obsesionada con una sola misión: poner al hombre en el espacio. Es probable que muchas veces pensemos que los tiempos en que vivimos son únicos. Tal vez lo sean. Pero lo mismo se pensaba durante la década de 1960 —es decir, en plena Guerra Fría—, cuando la lucha por la hegemonía mundial entre Estados Unidos y Rusia no se libraba sólo en la Tierra. Existía además lo que se llamó la “carrera espacial”, la competencia entre ambos países por explorar el espacio exterior con satélites artificiales, enviar humanos al espacio y, eventualmente, llegar a la Luna. Talentos ocultos nos narra la historia de tres mujeres afroamericanas —Katherine, Dorothy y Mary—, cuyos talentos y habilidades fueron clave para que Estados Unidos tomara la delantera en esta “carrera espacial”. Estas tres mujeres, pese a todos los prejuicios de género y color que reinaban en aquella época, lograron hacer historia con sus grandes contribuciones. ¿De qué manera podríamos decir que esta película cobra relevancia en el mundo del management de hoy? Hay un aspecto que es fundamental: los departamentos involucrados en aquella carrera al espacio tenían la sensación de que las cosas cambiaban demasiado rápido para su capacidad, y pensaban que no podían seguir el ritmo a los avances tecnológicos del momento. Al Harrison lo expresa claramente, cuando por la mañana pide unos análisis numéricos y por la noche los tira a la basura, calificándolos de obsoletos. La mayoría de las organizaciones, hoy en día, nos confiesan un temor similar… ¿Cómo podemos hacer para adaptarnos a un mundo que cambia a cada rato? ¿Cómo satisfacer a un cliente cuyas de-mandas son totalmente imprevisibles de un día para otro? ¿Cómo motivar y retener el talento interno en un mercado tan incierto? Al igual que la NASA, también hoy parece que tenemos que dar respuestas a preguntas que no están del todo claras. Tanto en 1961 como en el 2018, con vistas al tan esperado Horizonte 2020, la readaptación continua ha llegado para quedarse. Estos escenarios exigen más que nunca aprender a desaprender, es decir, estar en alerta permanente para decidir si las métricas o estrategias que nos han dado éxito en el pasado siguen siendo válidas hoy en día. Pero claro, muy pocos managers y líderes se atreven a esto. En medio de procesos de transformación digital que se acentúan día a día, en muchas empresas se sigue insistiendo con entornos jerárquicos, mentalidad de silos, protocolos estancos y medidas inflexibles que terminan por trabar la posibilidad de colaboración, y por tanto, de innovar. De esta manera, se incorporan las nuevas tecnologías, las nuevas ingenierías, los nuevos “súper ordenadores”, pero se descuida lo fundamental: las dinámicas interpersonales. La gestión de cambio, como proceso de mejora continua, es vital en los tiempos que corren, pero necesita de dos aspectos fundamentales: ser coherentes con la cultura organizacional propia de cada empresa (valores comunes) y, sobre todo, no olvidar que el centro de todo cambio y toda innovación es la persona. En 1961, Dorothy temió por su trabajo cuando llegaron los nuevos ordenadores IBM: “Pronto nos dejarán a todos sin trabajo”, le explicó a su equipo. “¿Y qué podemos hacer al respecto?”, preguntaron. “Aprender lo más que podamos sobre ellos y ponernos en valor. A fin de cuentas, necesitarán seres humanos para apretar los botones”, respondió. Seguimos en una “carrera espacial”. ¿Estamos preparados y listos para ganarla? *CEO de Monfort Ambient Management y profesor del ESADE.   Contacto: Twitter: @monfortnorbert Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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