¿Conoce usted la historia de ese niño de la ciudad que, cuando le preguntaron “¿de dónde vienen los pollos?”, contestó “del supermercado”?
A veces me parece que todos somos un poco como ese niño. Me pregunto, cuando ponemos un pan en el carrito del supermercado, ¿sabemos cuántos kilos de plástico se desecharon en la fabricación de la bolsita que lo contiene?, ¿conocemos en qué condiciones vive el panadero que lo cocinó?, ¿podemos estimar cuánto CO2 emitió el camión que lo transportó hasta nuestra ciudad?
¡Claro que no! La larga cadena de empresas, personas, transportes, materiales, químicos y desechos que facilitan la producción y distribución de cada producto comercializado no es transparente. Las llamadas cadenas de suministro son opacas tanto para los consumidores como para los propios fabricantes y distribuidores.
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A la luz de las demoras e interrupciones en el comercio global provocadas por la pandemia, sin embargo, el rol de las cadenas de suministro ha cobrado un papel protagónico. Según la Asociación de Gestión de la Cadena de Suministro (ASCM), el mercado global de gestión del supply chain crecerá un 11,2% entre 2020 y 2027. Las empresas están reconsiderando y rediseñando sus cadenas de producción y distribución.
Esta tendencia constituye una maravillosa oportunidad para sentar bases más sanas para la economía global.
Hoy existen soluciones tecnológicas para planear, ejecutar, medir y mejorar los procesos a lo largo de toda la cadena de suministro que nos permiten avanzar hacia la construcción de ecosistemas empresariales unificadas, colaborativas e inteligentes. Es precisamente con la incorporación de estas soluciones que la sostenibilidad también se puede planear, ejecutar, medir y mejorar de punta a punta.
El beneficio potencial de esta tendencia es poderoso. Una de las riquezas de este tipo de redes es que, gracias a su alto grado de transparencia -y, por lo tanto, de confianza entre las partes- el impacto trasciende a cada organización y se extiende a los proveedores, socios, clientes y pares.
Así, la tecnología permite a una compañía estructurar su cadena de suministro con proveedores, tanto directos como indirectos, que comparten sus valores éticos: que mantienen un comportamiento intachable en su ciclo de producción, que protegen tanto a las personas como al planeta y que se esfuerzan por extender su influencia en ese sentido.
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Una cadena de suministro con buenas prácticas sostenibles en la producción de un bien, desde sus materias primas hasta su entrega al cliente final, tiene un fuerte impacto positivo sobre la economía, el medio ambiente y las personas. Además, propicia la innovación y las nuevas tecnologías.
América Latina es un campo fértil para este desarrollo. Según un estudio de SAP, siete de cada diez compañías en la región tienen la sostenibilidad como prioridad en su agenda y 28% anunció planes para aumentar recursos en esa área.
Y la realidad es que los consumidores latinoamericanos de hoy cada vez se parecen menos al niño que creía que los pollos venían del supermercado. Las nuevas generaciones quieren conocer la trazabilidad de los productos, se interesan por si los desechos se están recuperando, si los embalajes han sido diseñados y producidos utilizando métodos reductores de la contaminación, y si en los procesos de fabricación no hubo trabajo infantil, forzado o injusto.
¿Se imagina usted un mundo en el que, gracias al uso de la tecnología para hacer las cadenas de suministro transparentes y sostenibles, todos los niños sepan exactamente quién, cómo, por qué y cuándo hizo llegar cada pollo al supermercado? ¡Yo sí!
Cristina Palmaka, presidenta de SAP Latinoamérica y Caribe
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.
