La gran recesión mexicana de 2017
En muchas ocasiones, el crecimiento se revierte cuando se abandona la paridad fija de la moneda frente a las divisas extranjeras por el agotamiento de las reservas internacionales de un país.
En un trabajo extraordinario por su amplitud y detalle sobre el fenómeno de las crisis financieras, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff (2009) identificaron distintos tipos de crisis, definieron sus semejanzas y diferencias, y llevaron a cabo un detallado análisis cuantitativo de episodios documentados en 66 países, a lo largo de 800 años.
Su trabajo es uno de los intentos más serios y exitosos para construir, a partir de la abundante evidencia empírica recopilada, una fundamentación teórica que permita comprender mejor estos fenómenos.
Una de las conclusiones más importantes del estudio, que debería difundirse en todo el mundo, es que las posibles causas de una crisis financiera pueden ser infinitamente variadas y, por lo tanto, es mínima la posibilidad de que una crisis subsecuente sea causada por los mismos factores.
Sin embargo, Reinhart y Rogoff afirman que, a partir de la evidencia histórica, queda confirmado que sí existe una característica en común en todas ellas. Se trata de la excesiva acumulación de deuda de carácter público, de carácter privado o de ambas.
Cuando la actividad económica se desenvuelve a un ritmo normal, la mayoría de las entidades son capaces de hacer frente a sus compromisos, aun aquellas que se encuentran muy apalancadas.
Pero con el cambio de tendencia, normalmente asociado al ciclo de expansión-contracción de toda economía de mercado, las empresas no logran cumplir con la generación de flujos necesarios para hacer frente al pago de su deuda y caen en incumplimiento.
Además del ciclo económico natural, la inflexión de una tendencia de crecimiento de la economía también puede ser causada por una inflación elevada, la cual debe ser controlada con medidas monetarias restrictivas que, a su vez, provocan una desaceleración económica.
Otra causa son los problemas de carácter fiscal, como el sobreendeudamiento del gobierno central o de los gobiernos provinciales, que conducen a una reducción drástica del gasto público y, por lo tanto, a una desaceleración de la demanda.
En muchas ocasiones, el crecimiento se revierte cuando se abandona la paridad fija de la moneda frente a las divisas extranjeras por el agotamiento de las reservas internacionales de un país. En todos los casos, el entorno macroeconómico deja de ser favorable para los acreditados y les dificulta el cumplimiento de sus obligaciones. En situaciones extremas, es el detonador de crisis bancarias o incluso soberanas.
El ejercicio del gasto gubernamental puede favorecer un crecimiento de la economía superior al justificado por su dinámica propia, al incrementar la demanda agregada, aun cuando se haya generado a partir de endeudamiento público. Sin embargo, éste es susceptible de disminuir drásticamente cuando se presentan dificultades fiscales.
De la misma manera, el uso excesivo del crédito privado puede inflar los precios de ciertos activos, incluidos los bienes raíces o las acciones, por encima de sus niveles de precios sostenibles en el largo plazo.
Las causas de las crisis financieras frecuentemente están asociadas a problemas en el sector bancario. En América Latina se presentaron episodios de crisis bancarias en Argentina (1981), Chile (1981), Colombia (1982) y Uruguay (1982).
Es bien sabido que estas crisis generalmente están asociadas a determinantes específicos, como el aumento del riesgo crediticio debido a políticas laxas, niveles insuficientes de capitalización de las instituciones bancarias, aumentos en la tasa de interés de corto plazo que conducen a incumplimiento de los créditos vigentes, o a problemas de riesgo moral.
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