-“Señor Arenas, ayúdeme, perdí una tercera parte de mi patrimonio”.

La contadora Mondragón me explicaba entre sorbos de café y vistazos a su estado de cuenta que había invertido en activos que no entendía. Después de breves minutos de revisar cada título y fondo de inversión en donde estaba invertida entendí la problemática.

La contadora pública había destinado casi la totalidad de sus ahorros a un portafolio de inversión con valores que, durante los años 2019, 2020 y 2021, habían tenido un desempeño extraordinario.

Durante ese trienio, los índices, acciones y sectores de prácticamente todo el mundo habían tenido un desempeño excepcional. Al mismo tiempo, en un entorno donde las tasas de interés habían mantenido una inercia a la baja, los fondos de inversión de deuda de largo plazo habían reflejado retornos excepcionales. Recuerden la máxima: cuando la tasa de interés baja, el precio del bono sube.

Pero ese entorno cambió drásticamente desde inicios de 2022. Los activos de renta variable han sufrido correcciones que son un tobogán y que, en muchos casos, representan una caída superior al 30% versus sus máximos históricos. Los bonos de largo plazo han perdido valor en la medida que las tasas de interés están subiendo a toda velocidad.

La cartera de valores de la fiscalista estaba diversificada en acciones mexicanas, estadounidenses, en un fondo de inversión de renta variable indizado al Nasdaq y en un fondo de bonos de largo plazo. Era un muy buen portafolio de inversión con un horizonte largo, pero una combinación explosiva en el corto plazo.

¿Te perdiste la anterior columna de opinión de Edgar Arenas?: Radiografía de un bear market o mercado bajista

Había un último clavo al ataúd. La licenciada en contabilidad había tenido que utilizar su dinero ante un imprevisto que no ameritaba espera: un tema de salud de un familiar había demandado vender toda su posición de valores. La minusvalía se había convertido en pérdida. El desastre estaba consumado.

Una moraleja que nos ha dejado la crisis de salud pública de este par de años ha sido la necesidad de tener una cantidad de dinero destinada para imprevistos. Recomiendo que al menos tengamos el equivalente a tres meses de nuestro sueldo invertidos en un fondo de inversión de deuda gubernamental de corto plazo con la finalidad de solventar una contingencia como una enfermedad o la pérdida del trabajo.

Pero había más, el supuesto asesor de inversiones que abrió el contrato de la contadora no realizó lo indispensable, es decir, no efectuó un perfilamiento adecuado de la inversionista. Ese perfilamiento es un cuestionario con una docena de preguntas en donde el inversor comparte información como su horizonte de inversión, objetivo, experiencia, necesidades de flujo de efectivo, etcétera. Tal información le permite identificar su perfil, este puede ser conservador, moderado o agresivo.

– “Sr. Arenas, yo no sé nada de perfiles de inversión. A mi solo me mostraron una hoja de papel con los rendimientos de los diferentes instrumentos y decidimos invertir en los que tenían los rendimientos más altos en los últimos meses”.

El sesgo cognitivo de pensar que los rendimientos pasados garantizarían rendimientos futuros fue una trampa mortal para el patrimonio de la inversionista que movía su cabeza de un lado hacia otro mientras me mostraba su calculadora.

El perfil del inversionista sirve para alinear los activos de inversión con la necesidad del inversor, es el equivalente a diseñar un traje hecho a la medida. Una vez que este proceso concluye, el asesor de inversiones debe de generar una tesis de inversión para concluir y presentar el portafolio ante los ojos del futuro inversor.

Una tesis de inversión es una opinión o posicionamiento fundamentado en una metodología que se intenta demostrar con razonamientos y cambia tanto como se transforma la economía del mundo; una tesis de inversión de hace dos años o seis meses sería obsoleta el día de hoy.

El asesor de inversiones tiene la obligación de compartir un portafolio donde los activos y su diversificación tenga una propuesta de valor en el futuro a partir de los hechos actuales.

Cuando el inversor alinea su perfil con los instrumentos y una tesis de inversión, les aseguro que ese portafolio está condenado al éxito y a la inversa, una propuesta de inversión que no contiene estos requisitos casi siempre está destinada a un final poco feliz.

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Recuerden esto: el inversionista no debe adaptarse a los instrumentos existentes, los instrumentos existentes se deben de adaptar al inversionista.

Como inversionistas tenemos la obligación de informarnos, comparar y analizar la información que se nos presenta y no olvidar que los rendimientos pasados no son una garantía de lo que ocurrirá en el futuro.

Les deseo felices inversiones.

Edgar Arenas Sánchez es economista, gerente comercial en una casa de bolsa en México, profesor de economía bursátil en la UNAM, blogger de Rankia México y autor del libro “Invirtiendo y entendiendo”, reconocido por la Universidad Anáhuac, universidad de Cantabria y Santander Financial Institute como mejor asesor de inversiones en 2020 y 2021.

Twitter: @garoarenas

LinkedIn: Edgar Arenas

Email: [email protected]

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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