El conjunto de economías, o lo que es lo mismo, la economía mundial se prepara para lo que los economistas califican como un “enfriamiento global”. 

Las recientes previsiones que han ido publicando los distintos organismos, atendiendo al nuevo contexto, muestran una clara desaceleración económica en todas las economías; suscitando, incluso, la posibilidad de que llegue una recesión económica en los próximos meses. Y es que hay que señalar que, tras la contracción originada por el COVID, una intensa reactivación de la demanda, contrapuesta con una oferta bastante pobre como para satisfacer tales necesidades, derivó en unas presiones inflacionarias que han obligado a adoptar medidas más que urgentes para frenar esa elevada escalada de los precios; medidas que, atendiendo a esto que vamos a contar en este artículo, no están sentando del todo bien en la economía.

Antes de nada y para ponernos en situación, es conveniente señalar que dicha situación ha generado unas presiones inflacionarias que, en Estados Unidos, alcanzaron su mayor registro en los últimos cuarenta (40) años el pasado mes de mayo; al registrar la tasa de variación un incremento superior al 8,6%. En la eurozona, de la misma manera, la inflación se situó en un nivel muy similar, al recoger un IPC que, para el mes de junio, superaba el 8,6%; un nuevo máximo histórico y, concretamente, su mayor cifra desde que se pusiera en marcha la unión monetaria. Pero, al igual que en Europa o en Estados Unidos, el planeta entero se enfrenta a semejante inflación; debiendo señalar que esta, analizada país por país, muestra niveles de dos dígitos en una gran cantidad de economías.

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Como vemos, unos dígitos que muestran la fortaleza de la inflación, pero que contrastan con ese carácter transitorio que, a priori, garantizaban los bancos centrales.

Ahora bien, cualquiera que entienda el comportamiento de una economía de mercado sabrá que el duro shock de oferta que hemos vivido, y que sigue presente en nuestra economía, junto con otros sucesos que también la perturban, como podría ser la guerra en Ucrania, al igual que nos permite entender el origen de esta inflación que repasamos, nos permiten anticipar que, atendiendo a esos factores que la motivan, dicha inflación seguirá presente, y en niveles muy elevados, durante el presente año. Pues, pese a que los bancos centrales, previamente, consideraron que esta sería transitoria, la incapacidad de restablecer la oferta nos ha llevado a una situación en la que, de no actuar, parece imposible que seamos capaces de frenar la escalada de los precios.

Aunque no era lo que esperaban en un inicio, como decíamos, a esta conclusión han acabado llegando estos banqueros centrales, los cuales ya se preparan para adoptar esas medidas para contener semejante escalada. En los próximos meses, atendiendo a las declaraciones que han emitido los distintos mandatarios y teniendo en cuenta la postura continuista de muchos bancos centrales respecto a la FED, se espera un agresivo endurecimiento de las condiciones monetarias en todo el mundo, es decir, una subida de tipos que, de la misma forma que trata de relajar la demanda, pretende relajar dichas presiones inflacionarias, provocando una desescalada de los precios.

En otras palabras, la reacción de los bancos centrales, basada principalmente en esa subida de tipos y, en esencia, el ajuste monetario –junto al probable desvanecimiento de los choques de oferta actuales– nos permitiría controlar la inflación en el medio plazo, evitando escenarios macroeconómicos más negativos. No obstante, debemos ser conscientes de lo que supone este ajuste monetario para el crecimiento de estas economías y, más importante aún, para esa recuperación económica que está en marcha. 

Así, las medidas adoptadas por el banco central, al igual que combaten la inflación, frenan el crecimiento económico. Como dijimos en otras columnas pasadas, combatir la inflación solo es posible si atacamos al crecimiento económico. Por esta razón, podemos afirmar que, de la misma manera que pretendemos contener la inflación, el ajuste monetario, atendiendo a las previsiones de los analistas, también producirá una ralentización de la demanda, en general, y de los mercados laborales, financieros, inmobiliarios, etc., la cual podría anticipar escenarios de recesión económica en numerosas economías. 

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En Estados Unidos, donde el ajuste monetario será más significativo, dicho escenario podría darse durante el próximo año, en 2023. En la eurozona, por su parte, lo más probable es que también tenga que afrontar un escenario de menor actividad en los próximos trimestres. Pero al igual que en estas economías, y teniendo en cuenta el efecto contagio que producen estas en otras economías más dependientes, otros países, incluidos los de América Latina, también conviven con este riesgo.

En conclusión, la desaceleración económica, debido a esa retirada de estímulos y esa subida de tipos, pretende introducir en una recesión a muchas economías. En este escenario, se espera que estas recesiones sean cortas y suaves. No obstante, teniendo en cuenta que nos estamos recuperando y que no hemos recuperado el nivel de PIB perdido por la pandemia, hablamos de una situación, como poco, para tener en cuenta.

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